Sobresaliente en sexo

Nunca me ha gustado el protagonismo. No me escondo y doy la cara, pero sólo en los asuntos importantes que me atañen y sean de mi responsabilidad, más no quiero ser el personaje principal de la película de mi vida.

En el colegio no hacía falta que yo evitara los primeros planos porque ya se encargaban los compañeros de marginarme, lo cual era inevitable considerando que yo era un niño muy retraído por culpa de las circunstancias familiares que me habían rodeado en mi primera infancia. En realidad sí sobresalía, pero por debajo, por culpa de mis malísimas notas.

Durante mi época universitaria, que han sido varias aunque sólo la primera carrera fue presencial, en las clases intentaba situarme en un discreto segundo plano, nunca en la primera fila de pupitres donde se ubican los empollones, pero tampoco al fondo de la clase, lugar de la morralla y de los que llegaban tarde.

Cuando tuve que cumplir con mis deberes para con la patria, en una época en la que era obligatorio el servicio militar y ni siquiera era posible la objeción de conciencia, decidí no hacerme notar de entre el grueso de la tropa, sin embargo, me destinaron a un destacamento donde éramos muy pocos soldados y por tanto era imposible que no se notara mi presencia entre tan pocos números (porque en la jerga militar éramos números). Tampoco quise ascender para no destacar más de la cuenta, y por eso no hice los cursos de cabo y tampoco elegí ninguna otra actividad que me hiciera notar. No obstante, en una ocasión en que hubo carencia de cabos porque en breve tiempo se licenciaron varios, el capitán me impuso los galones rojos como quien te invita a un café (maldita las ganas que tenía yo de ascender, por suerte fue durante poco tiempo) y acabé siendo comandante de puesto.

Tampoco en la adolescencia y juventud, durante la época de salir con amigos y amigas, mi presencia en el grupo fue notoria, quizá por eso y por mi timidez de entonces ligué bastante poco. Realmente no ligué nada.

Sin embargo, a pesar de mi intención de no destacar, no me resulta fácil disimular mi presencia en la reuniones debido a mi altura, mi manera de expresarme y mi forma de vestir, algo a lo que no estoy dispuesto a renunciar.

En realidad, en el único aspecto en el que me gusta sobresalir, o al menos lo intento, es en el sexual. En este caso no se trata de distinguirme de entre una multitud de personas presentes en ese momento, sino de que mi pareja en la intimidad sienta que conmigo ha alcanzado unas cotas de excitación y de placer superiores a las que haya disfrutado con anterioridad con otras personas. Y salvo que me tengan muy engañado creo que lo consigo. Así suelo obtener diversos tipos de alabanzas de entre las que resalto las tres siguientes:

Desinhibición. Muchas de las chicas con las que practico, o he practicado sexo, me dicen que nunca han estado tan desinhibidas en la cama como conmigo. Esta alabanza me gusta especialmente porque debido a esta cualidad consigo que se abran a mí y me digan —no necesariamente con palabras— lo que más les apetece en cada momento. Gracias a ello no han sido pocas las que han tenido conmigo experiencias sexuales que siempre habían deseado pero que nunca habían practicado por miedo o vergüenza de pedírselo a sus parejas anteriores. También, y gracias a la confianza que les doy, algunas han aceptado hacer cosas que ni siquiera se habían planteado antes y que una vez que se atrevieron a probarlo conmigo se convirtieron en imprescindibles, por ejemplo sexo anal, besos negros, lluvia dorada, exhibicionismo, dolor, masturbación uretral…

Masturbación. Otras alabanzas que he recibido frecuentemente estaban dirigidas a mis manos. Supongo que sé utilizarlas bien para incrementar la excitación mediante sabias caricias en todo el cuerpo. Son manos fuertes y grandes, pero sé manejarlas con esmero y suavidad, y tengo habilidad para encontrar y estimular los puntos más sensibles de cada mujer (me resulta curioso comprobar que cada mujer prefiera caricias en distintos lugares de su anatomía genital que no siempre es el propio clítoris). Se puede decir que soy experto en masturbarlas por fuera, por dentro, y de ambas maneras a la vez.

Oral. También he recibido agradables cumplidos relativos a la forma en que les hago sexo oral. Quizá lo más reseñable sea que no me limito a comerles el coño durante unos minutos para enseguida pasar a follarlas. Puedo estar horas (y no es una exageración) chupando, besando, lamiendo un coño, recorriendo con mi lengua desde el clítoris hasta el ano y en su recorrido estimular los tesoros que sus labios esconde. Y si ella lo desea, puedo seguir comiéndoselo hasta el final, porque para mí no hay placer comparable al de sentir un orgasmo femenino en mi boca mientras siento sus manos apretando mi cabeza contra su coño en busca del clímax y al mismo tiempo bebo sus cálidos flujos vaginales.

También tengo otras habilidades íntimas, pero por el momento creo que con estas ya consigo un notable en sexo. En próximos post intentaré obtener un sobresaliente.

Y tú, mejor que nadie, sabes que en el sexo he satisfecho siempre tus más íntimos y lúbricos deseos.

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